Cuando el ángel terminó de llorar
alguien más humano cruzó el agua,
y se detuvo.
Magnetizaban lo pálido del rostro
y su voz, sencillamente tirada en la pared.
Llegaba la noche para el cielo y la tierra.
El ángel levantó su mano en el aire
como si empezar ese gesto ya lo salvara.
Tenía entre los dedos un cabello de luz
y lo acercó a la corteza del árbol.
Era un lenguaje de tristezas
por la claridad perdida.
EDEL MORALES
jueves, 4 de octubre de 2007
Pérdida de la inocencia
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