miércoles, 3 de octubre de 2007

Noches de 1995, 1996 y 1997

Imitación de Kavafis





Era hija de un eminente y honorable
cirujano de una isla del Caribe.
Trabajaba en un gran hospital. Llevaba ropas sencillas.
Los zapatos blancos, humildes y muy limpios.
Las manos finas, habituadas al bisturí.

Por las noches, ya lejos del salón de operaciones,
cuando sentía un enorme deseo
por una joya más o menos fina,
una joya para lucir en las pocas noches de fiesta,
o si detrás de una vidriera había visto y codiciado
un hermoso vestido azul,
su sonrisa por treinta míseros dólares prostituía.

Me pregunto si, en sus años de bonanza,
tuvo la fidelísima Habana una joya de mayor belleza,
una muchacha más adorable que ella —que terminó tan mal:
desde luego nadie hizo ni su estatua ni su retrato;
confinada en la frialdad de un gran hospital
muy pronto las duras jornadas
y esa vil crápula nocturna la llevaron a la destrucción.


EDEL MORALES

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