El humo siempre irá a desvanecerse,
pero nosotros...
giramos cerca del campanario
con la dicha de mirar un poco más lejos.
Lástima no ser fuerte ni preciso
para abrir de golpe el ojo:
sé que vería el paso de los navegantes
dieciocho metros sobre la antigua realidad.
Pero no tenemos ancho ni lugar,
no escogimos las armas.
Ella posa húmeda en los muros,
cuenta que me siguió en la brújula del astro
sólo por el vino de esta noche.
Luego podrá decir que nunca estuvo,
pero no es el viento
quien alumbra el faro y pide:
tú que cruzas el mar enmudecido,
encalla en mi desnudez más intima.
Ella en la penumbra mantendrá ese tacto
en que exijo y me suicido,
y únicamente somos
la terca ilusión de nadar fieles en un lejano paraje
y volver, con la astucia de los sinceros,
a mi casa, a mi perro, a mi día de soñar.
El humo siempre irá a desvanecerse,
pero nosotros...
Dieciocho metros no es el borde más terrible
ahora que la sirena dicta su canción al náufrago.
EDEL MORALES
jueves, 4 de octubre de 2007
Lejos de la corriente
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