jueves, 29 de noviembre de 2007

La construcción de la subjetividad en Lejos de la Corriente.

Xiomara Núñez García

Llama la atención en el libro Lejos de la Corriente (2004) de Edel Morales la construcción del yo lírico, sobre todo, si focalizamos la mirada en la constitución tensionada del yo como ente ficcional y como poeta
El primer poema del libro nos caracteriza al yo como la voz del poeta que se desdobla en dos imágenes: /Yo, y el que ustedes imaginan fiero,/ nos hemos visto antes/; la palabra de este yo se nos aparece en consonancia con el propósito poético de indagación sobre un mundo que puede permanecer oculto y se devela a través de la voz del poeta que de sujeto corpóreo que grita con los otros, que puede caer y hacerse piedra, se transforma en una voz cambiante, que oscila entre la representación de sí mismo o de otro que puede ser imaginado por los demás. No estamos frente a un sujeto enunciador, con un centro fijo a partir del cual se configura un discurso de límites precisos, sino una instancia versátil y observadora, que observa al mundo y al mismo tiempo se observa a sí mismo, tomando el tiempo como elemento capaz de cambiar a ese propio “yo”. De esta manera el “yo” asume diferentes espacios discursivos para penetrar profundamente en las marcas que el tiempo va dejando.
La constante en este poema es la presencia de un yo observador que rememora, pero desde la óptica de la reflexión, que le permite a la voz del poeta establecer comparaciones en las que el tiempo ha jugado un papel esencial:

¡Qué terrible el tiempo para trastocarnos tanto!
¡Qué fulgor de espejos para confundirse uno!

(Desde el año de la noria)

Estamos frente a un sujeto conjetural que espera por la historia, en la que juega un papel vital el binarismo espacio tiempo. Topos y cronos constituyen las coordenadas antropológicas esenciales del ser, así como de la universalidad poética (García Berrio: 1994: 621) De esa naturaleza espacial y temporal devienen varias díadas que forman parte de la misma: lo uno y lo diverso; el dentro y el afuera, el yo y lo otro; el sujeto y el objeto. El poema de Edel se mueve en esas díadas: una parte alude a esa visión del yo de los otros en un tiempo diferente; otro binarismo está representado por / yo y el que ustedes se imaginan./
Estamos frente a un yo presumible que situado en dos épocas analiza las diferencias que el tiempo ha establecido porque:


Alguna luz murió sin ser por el cansancio
Algún ciruelo perdió raíces desde entonces
Pero no hay días más tercos que los años
de la adolescencia firme

(Desde el año de la noria)

La conciencia retrospectiva capta y verbaliza escenarios situándose frente a ellos. La voz poética se actualiza en ciertos espacios discursivos y retrotrae a la adolescencia con sus bríos, y la ubica en un allá externo /Era el año de la noria/ se produce el desdoblamiento del propio yo.

Yo y el que ustedes imaginan
estamos mirando hacia un cielo distinto
y así jamás la estrella brillará para los dos
Así jamás el grito será igual en los parques públicos

(Desde el año de la noria)

Los dos “yo” se fusionan, pero en esa misma simbiosis ha ocurrido una transformación. Ambos son extraídos de un ambiente originario que no se sostiene /ni en la misma estrella ni en los mismos gritos./ El tránsito ha operado sin dramatismo, de forma natural. No hay rechazo aunque cierta lamentación por lo perdido.
La impronta de la postura inicial del artista continúa, la palabra del yo, alerta sobre las diferencias que el tiempo ha trazado, profiere cambios, que no solo tienen que ver con las cosas sino también con los hombres. A lo largo del poema proliferan términos que subrayan la imperiosa necesidad del “yo” de imponerse con características contrastantes en dos épocas diferentes. Por ello la intención trazada por el sujeto lírico al inicio del poema nos recuerda la tradicional aparición y constitución del sujeto lírico como poeta:

Yo y el que ustedes imaginan fiero
Nos hemos visto antes

(Desde el año de la noria)

Estamos frente a un creador que pertenece a la generación de los ochenta y que ahora (2004) publica este libro, que como el mismo explica recoge el quehacer de veinte años y cuyo título, (Lejos de la Corriente) como manifiesta Virgilio López Lemus, no es totalmente inocente (López Lemus: 2004: 10) Por eso detenerse en el primer poema, es necesario por la caracterización que el yo hace de si mismo que no contradice el credo estético del poeta, sino que descubre su talento y su genio creador.
El primer poema del libro está muy en consonancia con la nota que aparece en cubierta, en la que advierte el cambio que produce el tiempo en los hombres y hasta en el propio proceso creador:

Escribí estos poemas durante veinte años. Las cosa han cambiado mucho en ese tiempo, algunas más allá de todo límite previsible. Esos cambios han dejado, su huella en la escritura, también en mi biografía, en las lecturas realizadas y en los escenarios económicos, sociales, tecnológicos o naturales en que interactuamos. Pero mi idea de la poesía y del ser humano que la hace necesita y merece no ha variado en lo esencial. Y creo que estos textos muestran esa continuidad.

A lo largo de todo el libro este yo aparece caracterizado como una voz. Esa voz que tiene verdadera significación poética en la encrucijada de dos tiempos. Ciertamente, en diferentes poemas proliferan términos en torno a la palabra poética. La necesidad de buscar una voz o una palabra para expresar lo que siente el poeta prolifera en el libro. Diferentes poemas en la búsqueda de la comunicación lingüística así lo plantean:

¡Oh, voz, no calles,
antes de cruzar los miedos

(Desde el año de la noria)

El objeto estético literario cimentado en la ficcionalidad funda una propia situación de interacción comunicativa cuyo punto de asidero es el lenguaje en acción:

Escojo palabras en la claridad del día.
Sé que es inútil —el resplandor, los claroscuros

(Tercera Mirada a la sicología del Poema)

De este modo, el yo proyecta un mundo imaginario, que acoge a un sujeto lingüístico que invita a contemplar ese mundo del cual el forma parte:

Salí a la calle, tuve un sitio, elegí mi voz.
Sé que es inútil —la rabia, la tristeza…

(Tercera Mirada a la sicología del Poema)

Y en el entrecruce de la voz y la mirada, esta invita al recogimiento, pero la voz que verbaliza el resultado de tal recogimiento invita a penetrar en la morada donde habita la esencia del ser, la voz ha de ser profunda, indeterminada y ambigua y a la vez poblada de decidores que propone un mundo poblado por sujetos lingüísticamente constituidos:

Escoge una pregunta
cercana a la claridad de las voces más jóvenes

(1983 no era un año triste)

Y a la vez la dimensión comunicativa y enunciativa reclama la magia de la poesía:

..una voz que magie mi nombre y mis ojos de tigre.
Por ella atravesé el país y vine a esta playa.
Luego regreso por un camino de piedras
a mi habitación de hombre de paso en la leyenda.
(Fábula del hombre y la ciudad)

Y la alusión a la actividad poética asociada a la figura del creador es consonante con la libertad mental y emocional del bardo que deja fluir su fantasía creadora a fin de descubrir ese otro lado de la realidad, la poesía viene a ser vaticinio de “algo”: un agente trasmisor de las vicisitudes del proceso creador

Sólo ardiendo lograrás
un verso que me rinda,
dice tu voz perdida en la hojarasca

Y nadie sabes si al fin te alcanzaremos, cegadora
En la densa claridad de los trópicos
Lo único cierto es que te seguimos.
Con fiebre.

(Solo Ardiendo)

Cada poema alude a un vocabulario marcado por una intención poética: Voz, palabra, verso, refuerzan la constitución de un sujeto lírico como poeta. El acto enunciativo sugiere un viaje hacia el interior lírico del “yo” poemático que a través de esbozos ofrece diferentes mundos, sugeridos, que no se aprecian en detalle, pero se afirman en la expresión de un estado profundo o de una vivencia.
La palabra, la voz del poeta se nos muestran como necesidades del bardo que anuncia intenciones, por eso, merece ser acogida con reverencia, con determinada disposición interior por parte del receptor que identificado con el poeta aprecia la magia de la poesía y la fuerza del verso.
En la poesía de Edel Morales la atisbadura de lo habitual tiene conexión con lo imaginario, de manera que descubre angustias existenciales, desconciertos ante los cambios que el tiempo nos trae. El sujeto constituido como creador se hace ahora preguntas que no se hacía antes, se contempla en el espejo y recuerda al niño que fue en otro momento, y en nuevo contexto, diferentes imágenes cruzan para conformar al adolescente que ama, baila, grita, y se sumerge en el mar. Recuerda nombres de amigos y amigas, escucha en lontananza la música que bailaban, hechos vividos que permanecen en el recuerdo, porque/… siguen dentro refulgiendo sus destellos/
Una y otra vez la poesía de Edel Morales insiste en recordar otro tiempo y otra época, hay un yo lírico empeñado en distinguir con justicia la identidad de los seres que componen el mundo. Esta unidad e identificación del cosmos, es siempre pensada en solidaridad con el todo:

Guarda esas fotos en el forro de tu abrigo,
y guarda esa cara de circunstancia:
1983 no era un año triste,
lo sabes tú y lo saben las paredes del Club.
Deja que el tiempo arrastre esas nubes.
Deja tu rabia vagar en esta carne blanca y suelta,
la carne que el cielo te dio.
No trates de explicar el color de las luces

(1983 no era un año triste)

Es notable la estabilidad del sujeto lírico que dialoga con tú, la palabra reemplaza la vida, en tanto formula la posición existencial del sujeto historiado en la palabra que lo expresa y en vez de ocultarlo lo plenifica más, pues el proceso creativo como opción libre establece un diálogo consciente o inconsciente con otras voces, descubre relaciones insospechadas, destaca situaciones conflictivas o revela situaciones desconocidas de la realidad más allá de la conciencia primera de quien escribe. En ese sentido el ser biográfico se fusiona con la del sujeto lírico, retomándose la polémica sobre el carácter ficcional o real del sujeto lírico.
K. Hamburger ha estructurado una teoría montada sobre la lógica de los enunciados del lenguaje para demostrar que el “Yo lírico” a diferencia de la narración en primera persona o tercera persona no es fingido (como en el caso de la primera, ni es una ausencia como en el caso de la segunda) sino que tiene el mismo status lógico de la enunciación o la historiografía o en la filosofía. Esto es, la palabra autoral es una y la misma palabra del poeta (citado por Walter Mignolo: 1982: 132.)
La voz del ser biográfico y la del que dice “yo en el poema se funden para dibujar lo familiar y lo inexplorado, lo vivido y lo soñado. Aunque no podemos olvidar el carácter ficcional de la literatura. El concepto de ficcionalidad se encuentra en estrecha vinculación con el aspecto referencial, pero el emisor del producto ficcional modela el referente al incorporarlo a una nueva esfera. Ciertamente el sujeto lírico se nos da como secuencia de manifestaciones que permiten ser observadas en el enunciado (Janusz Slawinski: 1989: 14) En la poesía de Edel Morales el “yo “ hablante mantiene la personalidad del creador y no se transfigura en otros porque conserva una identidad que le permite decir que en el año 1980 /He visto caer las noches de la isla encima de su cuerpo/ o que /abro completamente desnudo la ventana/ o que recuerda /una noche partíamos almendras en la calle G /. Pero a veces este recuerdo se nutre de nostalgias y añoranzas porque /nada recuerda esta noche el momento feliz/ la identidad se encuentra signada por la aspiración de un sujeto lírico que aunque piensa que/murió el tiempo de los cómplices/; también piensa / sobre la angustia de los cielos/perdidos/sobre vicios y bondades y/desesperanzas y melodías. / Sobre colmos y mañanas que/el hombre será más que silencio/Sobre la angustia de su propio miedo/ prevalecerá/.
Una y otra vez la poesía de Edel Morales distingue con justicia las identidades de los seres que componen el mundo. Esta unidad e identificación no exceptúa al “yo” que siempre es pensado en comunión o solidaridad con el todo. No es de extrañar entonces que el “yo”, resulte a veces enrarecido a los ojos del lector, no porque sufra una metamorfosis, sino porque plantea situaciones inverosímiles/Nadar toda una noche con la mano pegada a los entrantes/Y los párpados cansados, subiendo/la fosforescente caja de los que quisieron bailar/ en este caso qué ha pasado con el “yo”, se ha convertido no solo en el poeta sino en todos los hombres. Los que buscan significación a la existencia en el agua, en la ciudad, en la Casa, los que abren ventana para encontrar verdades. Ese mismo yo que nos cuenta historias dolorosas como aquella de la muchacha envilecida de su poema Noches de 1995, 1996 y 1997.
Si bien algunas veces un sujeto narrativo emerge en algunos textos de Lejos de la Corriente: / sentados junto a una vieja cruz de madera/ cuatro pescadores miran al mar/, estos privilegian la presencia de un yo lírico, quien no solo se manifiesta en los enunciados sino que existe potencialmente como configuración de determinados gestos o actitudes, como la personalidad presente en los textos que motiva todas las huellas inscritas en los mismos. Esta presencia se genera en el cruce de la persona biográfica de Edel Morales y de las acciones creadoras, que como autor decide para refraccionar o transformar sus vivencias en discurso literario. Es este yo lírico quien determina el clima psicológico de los enunciados exhorta al otro evocado o figurado en el interior de estos, selecciona determinados contextos vitales y direcciona distintos procederes expresivos. En los textos del libro que nos ocupa emergen fuerzas edénicas que instaladas en la infancia retrotraen: recuerdos de patios, de flores, pero también brota la nostalgia de la adolescencia, los amores juveniles, las quietudes de las ciudades del interior, el bullicio de las calles, el mar como refugio o inspiración, los encuentros con los amigos, el disfrute de la amada, los bailes, que llegan en imágenes apresadas para siempre en el recuerdo. El yo poético emite señales que van desde un pasado perdido y anhelado hasta imágenes cargadas de tristezas como aquellos /Bordes que hieren el cielo de mi infancia/. En todos los casos la subjetividad se desborda al construir un sujeto que mantiene su autenticidad en todas las circunstancias, que clama por/ que la tristeza no lo obligue a ser otro/.
En su poética tiene especial valor la distribución de significantes en el espacio textual, el manejo fluido del verso libre con sus variaciones sintácticas, gráficas y rítmicas, el registro del discurso cargado de imaginación, verdadero artífice de la fantasía. Se deleita en una sobriedad de estilo sin pretensiones de novedad estridente o de formalismo inmanentista, reivindica el poder de la imaginación y se decide por la creación de atmósferas nostálgicas, comunicadoras de la trascendencia y significación otorgadas a la existencia, motivo que invita al poeta a recrear pasajes de su propia vida en conexión con la de quienes le rodean; así Fernan, Mandy, Tere, Ale son personajes recordados e insertados en eventos inolvidables. El tema de la vida no se desliga en el poemario del tema del tiempo, dado que lo restrictivo por fuerza biológica del período vital impone un sentimiento de fugacidad, pero al mismo tiempo se eterniza en el recuerdo porque la nostalgia tiende a recrear las vivencias pasadas. La vida es apresada en todos sus estadíos, por ello las figuras centrales de sus poemas son sus amigos, la muchacha amada, los que permanecen en su memoria. El yo lírico filtrado a través de diferentes orificios reaparece siempre como un yo renovado que puede visualizar diferentes momentos que ha dejado atrás, reubicar situaciones o valorar el sentido de los cambios ocurridos en la reconstrucción de su itinerario existencial, porque / únicamente somos/ la terca ilusión de nadar fieles en un lejano paraje/y volver con la astucia de los sinceros,/a mi casa, a mi perro, a mi día de soñar./
Son frecuentes en estos poemas, casos, en los que la voz poética desplaza motivos en una sucesión temporal, los reitera, los amplía dentro de un presente sugestivo. El yo lírico intenta ofrecer el ayer al historiarlo desde su condición de hoy, y la dualidad del enunciado le permite la reflexión que envuelve siempre una interrogación que viniendo desde el pasado se proyecta hacia el futuro.

Adentrados en sus cuerpos exploran el pasado.
Donde siempre quiso haber un largo de felicidad
hay este minuto de preguntarse la vida,
este temblor en las terrazas,
este hacer algo histórico sobre los golpes de viento
y la cambiante sombra de los muros.

(El quemante ojo de Romeo)

Son por lo tanto la perplejidad, la añoranza, la reflexión de una forma de subjetividad, lo que se evidencia en los textos de Lejos de la Corriente, si bien es cierto que destellos de un anhelo utópico habitan en esta escritura porque /para el poeta estar es lo bastante/.
El yo lírico mientras reconoce y asume que ha cambiado, rememora y deja constancia de un mundo cambiante en el cual la palabra urge como forma de salida. Es ella la que dibuja las tensiones y contradicciones de un sujeto lírico que rompe y rearma las coordenadas espacios temporales: ciudades del interior, la playa, el mar; la infancia, la adolescencia. Es el poeta que con Los pies desnudos se desplaza, se descubre a sí mismo e incluye el dolor y la muerte, pero sobre todo la resurrección continua que supone saberse un significante en tránsito perpetuo.




Bibliografía:
Bajtin, Mijail.(1982): Estética de la creación verbal. México: Siglo XXI
Beristain Helena(1989): Análisis e Interpretación del Poema lírico, Universidad Autónoma de México-México, D.F
Cohen, Jean(1982): El lenguaje de la poesía, ED. Gredos, Madrid
García Berrio, Antonio(1994):Teoría de la literatura. La construcción del significado poético. Madrid: Cátedra.
Heidegger, Martin. (1991): El ser y el tiempo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Morales Edel (2004) Lejos de la Corriente. La Poesía. La Habana, Ediciones Unión
Mignolo Walter. D (1982) La figura del poeta en la lïrica de vanguardia en Revista Iberoamericana No. 118, enero _ junio . Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana.
Núñez Ramos Rafael (1992) : La Poesía. Ed Síntesis. Oviedo. Departamento de Filología Española.
Slawinski, Janusz.(1989) “Sobre la categoría del sujeto lírico”, en: Desiderio Navarro (ed. y trad.). Textos y Contextos. La Habana: Arte y Literatura, vol. 2 .
Yurkievich, Saúl.(1996): La movediza modernidad. Madrid: Taurus,

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